La hipica y el tango
Escuchar AL HIPÓDROMO CHOFER corte No. 1
Jairo León Cano Gómez
El primer disco que adquirí en mi vida, como a los dieciocho años, fue uno de larga duración que compré en un remate callejero. Me sedujo su carátula en la que resaltaba un señor con figura lánguida, rostro pálido e incipiente bigote. El volumen se denominaba “Percal”, y como cantante de la totalidad de sus temas se anunciaba a Roberto Goyeneche. No sabía quien era este, lo confieso, como tampoco que muchos años después sería un enamorado de la verdad y belleza del género artístico documentado en la grabación: el tango. Convencido estuve por algún tiempo que su importancia era solo musical, porque desestimé letra, canto y danza, al punto que atrevidamente sostuve frente a eruditos como el doctor Jaramillo Panesso, aquí precisamente en esta casa, hace ya unos ocho años, que las letras del tango bien podían corresponder a otros ritmos, a otros géneros, como boleros, baladas e incluso vallenatos, pues el tango era tango por la música y no por lo que sus letras decían, pero que equivocado estaba. Incluso en la caracterización que de él me atreví a hacer, teniéndolo como arrogante, pues fue tan dura la discusión de aquella noche, que salí maltrecho y sólo me recuperé de la discusión mucho tiempo después por que la olvidé. Que equivocado estaba, pues la conversación, hoy lo reconozco, fue de una disonancia absoluta, ya que mientras el, figuradamente, tocaba bandoneón yo golpeaba la mesa. El tango, que es como la vida, es más que música. A diferencia del flamenco, caracterizada expresión artística de una minoría aterradoramente marginal, cuyo fundamento se hinca sobre el sentimiento alargado de voz y cuerpo, el tango se parapeta en la conciencia de un entorno y modo de ser del hombre de ciudad en medio del tráfago de relaciones de todo tipo. Si como dice Leopoldo Marechal, poeta argentino, citado por Horacio Salas en el primer tomo de su libro “El Tango” publicado en 1.997 por Editorial Planeta en Buenos Aires, “El tango es una posibilidad infinita”, fácil resulta reconocer la impronta de su génesis y desarrollo: resentimiento, soledad, desesperanza, rencor, amenaza, sarcasmo, desdicha, melancolía, frustración y machismo, enmarcado por la influencia del desarraigo de aquella masa de inmigrantes que tuvo a Buenos Aires como destino. El desarraigo tuvo así un canal de expresión, como lo tuvieron quienes de otra manera, bajo la condición de esclavos, fueron arrebatados de vastas regiones de Africa, de sus territorios pero no de sus dioses, por que estos vinieron con ellos, colados en su conciencia. Razones blancas y espíritus negros que no faltaron a cada quien, como cultura, en su trasteo.
Siendo entonces infinita la posibilidad del tango, ninguna duda cabe que en el hallemos expresiones tempranas de una actividad connatural a los argentinos en general y a los habitantes de su capital, en particular. Me refiero a la hípica, tema convenido para colmar la tarde de hoy dentro de la institucionalidad de la Asociación. El caballo, majestuosa obra de arte viva de la naturaleza, en la cotidianidad del campo y en la rica expresión literaria de muchísimos autores, ha estado presente en la historia argentina. Ya como medio de transporte o de trabajo o de recreo o, simplemente, de culto. Y de manera más notable, con el carácter de protagonista, en el espectáculo maravilloso de las carreras en unidad inseparable con su jinete. Movimiento, aceleramiento, táctica, estrategia, multitudes, colores identificantes y, algo muy importante, las apuestas. Un mundo allí, en la capital, motejado bajo la expresión “los burros”, de la que forzosamente se desprende la de los “burreros”, dotada de manera patética e implícita del concepto de apostador inveterado, sin que importe, para hacerse al título, la suma puesta en riesgo. De alguna forma se le distingue del sportman o amante o aficionado al turf. Puede uno pensar que la hípica, más bien “los burros”, en la cuna del tango, se hace a imagen y semejanza de este por una razón esencial: el albur o el azar, pues lo que ella depara no es certeza irreversible, no es ciencia exacta, y en ello se juega un cierto sentido de hocicamiento, dado que la hípica como espectáculo es trascendendida por el juego legal o clandestino; la codicia y la trampa; la sorpresa y la pensada espera para en su momento, ¡ cáspita! El batacazo de un palito enriquecedor, y es entonces cuando la aguja de la estética que evidencia el binomio caballo y jinete en competencia, señala la contrafigura ética de la necesidad de ganar a toda costa, aún cuando se pierda, por que en las carreras muchas veces perdiendo también se gana, y muchas veces se gana más perdiendo que ganando. Espero se entienda el contrasentido ilustrándolo con las expresiones bombero y tonguero, propias del argot hípico rioplatense, utilizadas en muchas letras del tango o de la milonga, como en NP (no placé), tango de Juan José Riverol, música, y letra de Francisco Loiácono, cuyo texto es el siguiente:
Mirando tu performance
del hipódromo platense,
nunca al marcador llegaste.
Siempre fuiste "No Placé".
Se le sentó en la largada,
la pecharon en el codo.
Eso gritó la gilada.
¡Y por eso te compré!
Me pasé una temporada
al cuidado de tus patas.
Te compré una manta nueva.
¡Y hasta apoliyé en el box!
Relojeándote el apronte,
la partida a palo errado...
Yo no sé quién me ha engañado,
si fuiste vos o el reloj.
Te anoté en una ordinaria.
Entraste medio prendida.
Dijeron: "Es por la monta
o es bombero el cuidador".
Es tu sangre que te pierde.
Hija de... "Desobediencia"...
No saldrás de perdedora,
pues te falta corazón.
Ahora corrés en cuadreras...
No tenés la manta aquélla,
no te preocupa la cancha,
el stud, ni el cuidador.
Pero si algún día de éstos
te vuelvo a ver anotada...
Yo me juego la parada,
porque soy buen perdedor.
Argentina, como la que más en Latinoamérica, goza de gran tradición hípica. Su hipódromo más emblemático, el Hipódromo Argentino de Palermo, joya de la arquitectura bonaerense, fue fundado el 7 de mayo de 1.876. Allí se corre el Gran Premio Nacional, la carrera para tresañeros más importante del país, equiparable al Derby en otras latitudes y aspiracion obligada de los propietarios de puros de carrera de tener en ella a uno de sus pupilos en competencia, así sea con mínimas posibilidades. Precisamente a esta carrera, bajo la denominación de “El Nacional”, en varias letras de tango se hace referencia, así como a este hipódromo se alude con las expresiones “H Nacional”, pese a la existencia del hipódromo de San Isidro, en el que se corre el Gran Premio Internacional Carlos Pellegrini en diciembre de cada año, y cuenta con una pista de grama de 2.783 como pocas en el mundo.
Para el tango, estos escenarios no son exclusivamente hípicos. Figuradamente constituyen el altar de los tangos burreros, pues a la par que a las carreras, muchas obras, algunas de gran factura musical, otras no tanto, los asume como territorio de la frustración y de la pobreza, cuando no de la gracia de un éxito económico que mitigue la mishadura o permita viajar a París olvidando los burros por que francamente es una vida de la que ya toca escapar por todo lo que hasta allí se ha perdido, en cuanto vento, laburo u hogar. Salvame Legui Salvame ( tango de Nolo López y Oscar Roma), o Paralo Legui ( tango de Modesto Silvano Botti-Amable H. Botti, cuya letra dice: “¡Paralo Legui, paralo!/ no me ganés por favor/ con el dato del amigo-/Perdoname si a la contra/me jugué por el sport…/¡paralo Legui, paralo!/ no me ganés por favor/ de rodillas de lo pido/que me encuentro tan metido/y esta es mi salvación …/¡Llegaron! Suben al tope el trapito verde,/ mientras el eco se pierde,/ del griterío infernal, esperan todos el fallo/discuten en la perrera./ y el pulpo por la cabeza volvió de nuevo a ganar” ) son literalmente antinomicos respecto de la atracción turfística, pues en tanto que un apostador ha puesto su dinero a las patas del conducido por Irineo, otro lo ha hecho a las de uno de sus contrincantes, evidenciándose así que la pureza del espectáculo es superada por las condiciones de la timba, porque bajo ciertas reglas, por demás conocidas, tales como antecedentes corredores, pedigrí, monta, tiempos marcados para la distancia, calidad de contendores anteriores, preparador – cuidador o compositor, aprontes, condiciones de la pista, etc., las posibilidades de cada participante en la carrera pueden medirse previamente con relativo éxito. A esto se opone la eufemística expresión que refiere a la gloriosa incertidumbre del turf, que es algo así como una absolución anticipada de las mañas en carrera o de los quereres ocultos de participantes, propietarios o preparadores.
En este punto, traigamos a cuento lo escrito por un divertido y archiconocido hombre de letras, considerado además filósofo, autor de un diccionario de filosofía, de “Etica para Amador” “Política para Amador”, de “Las preguntas de la vida”, textos todos de contenido filosófico. Profesor, además, de la Universidad Complutense de Madrid, y profesor visitante de otras universidades, y como si fuera poco, también burrero. Me refiero al español Fernando Savater, quien recientemente fue declarado ganador del premio Planeta de novela 2008, dotado con 600.000 euros, con la novela “ La comunidad de la buena suerte” la que gira en torno de la actividad hípica.
“¿Es usted rico?”, le preguntaron a Carlos Gardel durante su última visita a España, en tiempos de Primo de Rivera, no mucho antes del accidente aéreo que le costó la vida. Y aquel a quien llamaban -reconozcamos que con cierta cursilería– el Zorzal Criollo repuso: “Nada de eso. He ganado y gano mucho; pero todo se me va. Me gusta vivir bien. Me gusta la bohemia dorada, el ser generoso, el cabaret, las mujeres bonitas... Y las carreras de caballos. ¡Oh, las carreras de caballos son mi gran pasión! ¡El dinero que me han hecho perder! Yo tengo un caballo corredor de carreras, un gran caballo...”. En ese preciso momento, cuando yo me relamía esperando saberlo todo sobre el campeón propiedad de Gardel, la transcripción actual de la entrevista que manejo pega un brusco salto y el periodista inquiere, previsible como una indigestión navideña: “¿Y las chicas de España?”; tras lo cual también el mago del tango se resigna al tópico: “Una maravilla, mi viejo...”. De la otra y más sincera maravilla, el caballo, me quedo sin saber nada.
Nada... provisionalmente, porque sigo investigando por mi cuenta. En Yo, Gardel (Aguilar Argentina), el libro en que Oscar del Priore compila opiniones vertidas por el cantante sobre todos los temas imaginables en numerosas entrevistas, aprendo que fue propietario de diversos caballos a lo largo de su vida y que corrieron con sus colores distintivos: chaquetilla blanca, mangas turquesas y gorra oro. El mejor de todos se llamó “Lunático” y actuó entre 1925 y 1929. Parece que ganó bastantes pruebas y Gardel se enorgullecía de que los aficionados lo hubiesen rebautizado nada menos que “el caballo del pueblo”. Sobre sus gastos como propietario hípico, comete esta comparanza propia de un tango y por tanto de flameante incorrección política: “Les aseguro que un caballo cuesta menos que una mujer. Así como otros mantienen a una mujer, yo atiendo los gastos de un animalito, que a lo mejor me da también una coz, pero no me pilla de sorpresa ni el pobre me ha jurado amor eterno”.
De todas formas, el Zorzal aclara a uno de sus interlocutores que no busca hacer fortuna en las carreras: “Lo importante no es ganar, sino palpitar, jugar, emocionarse cuando el tuyo viene peleando la punta. El resto es pura cháchara. El que juega solamente para ganar es un comerciante, no un jugador. Claro que es mejor ganar, porque disfrutás el doble. Pero ése no es el propósito”. Más adelante, parece haber renunciado ya del todo al juego aunque nunca a su pasión por los “pingos”, como llaman a los jacos por los lares porteños: “¡Las carreras me gustan con locura! Sin embargo, ya apenas juego. Me gusta el hipódromo como espectador y como profesional. Me encanta tener caballos... para dar fijas a los amigos. Pero yo, ya no juego. Me he convencido de que es una tontería y le lleva a uno a la ruina... ¡No hay quien gane en las carreras! Se lo aseguro”.
Bueno, dejo así ilustrada una de las aristas del tema comprometido: hípica y personalidades del tango, entre quienes bien podrían figurar Homero Manzi, José Basso, Pascual Contursi, etc., quienes tuvieron a aquella como su berretín, pues de otro lado tengo que llamar la atención sobre composiciones burreras hechas en atención a personalidades del mundo social o político o económico, del mismo modo que en nuestra Colombia se dedican vallenatos a mujeres bellas, a políticos de vitrina, a rumberos profesionales y a emergentes con fortunas de dudoso origen, obras que en las más de las veces no trascendieron más allá de la exaltación temprana y fugaz de su destinatario, por mucho que el título refiriera al nombre de un caballo de carreras o a un jockey o a un preparador. Son, si quiere, temas con ritmo de tango, pero de dudosa letra tanguera, pues en su raiz el tango no es lisonja ni aún para el ganador. El tango solo tiene licencia para ir a contracorriente. Esta fue, si se quiere, la común circunstancia de muchos temas burreros hechos con anterioridad a 1.925, en los que la zalema se ponía a la orden del día. “Leguizamo sólo”, no obstante las proezas del homenajeado, cerca de 3500 carreras ganadas, ganar 7 de 8 en una tarde en el hipódromo de Palermo y ser la monta oficial de Gardel, propietario este de, además de Lunático, La pastora, Amargura, Cancionero, Theresa, Mococoa, Guitarrista y Explotó, no es ni en letra ni en música mayor cosa y sería menos de no haber sido cantado por El Supremo. Utilizo esta expresión, un adjetivo sustantivado, tomándola del maestro Horacio Ferrer quien con su figura de lord inglés, creación de filigrana surrealista, y zapatos de arlequín, proclama así, con talante hiperbólico, a Carlos Gardel como la figura más descollante del tango. Es oportuna la ocasión para hacer referencia a otros tangos burreros cantados ¡y con que gracia!, precisamente por éste. Palermo, Canchero, Por una cabeza, Soy una fiera, El catedrático, La catedrática, Pan comido, Preparate p`al domingo, etc. Escuchemos dos de estos temas en su voz, acompañado de guitarras y veamos como al modular cada palabra da la impresión de actuarla, produciendo gran conformidad en el escucha. Soy una fiera, y La catedrática, ambos de Francisco Martino.
Escuchar a MINERAL y AL HIPÓDROMO CHOFER
Leer el título, compositor y la dedicatoria de algunos de los tangos de la lista de tangos viejos.
Creo haber olvidado algo importante y estoy convencido que dentro de un mejor esquema de realización de esta charla bien pude advertirlo desde el principio. Se trata de decir que la hípica, los burros asì llamados, impregna con sus términos especializados el tango, haciendo no en pocas veces una mixtura con voces lunfardas, que si bien no son exclusivas del gènero, sí en muchas ocasiones lo caracteriza. Y algo màs, “lo burrero” en cuanto a lenguaje, no se torna exclusivo de su mundo en el espacio tango o de la canción ciudadana, pues en muchas obras su lenguaje sirve para, de manera figurada, construir escenarios de confrontación, comparación o conceptualización de la cotidianidad, la que se construye o vive externamente al hipódromo atribuyendo al destinatario del ataque, del cotejo o de la consideración, los defectos del matungo fracasado, o las virtudes corredoras o de fidelidad del equino o las vicisitudes propias de las carreras, como en Audacia, un tango de Celedonio Esteban Flores y Hugo La Rocca, en el que se alude a la decepción por el rumbo tomado por una joven mujer que va de partenaire (compañero de baile) en no se sabe que bataclán, que ha rodado como potrillo que lo pechan en el codo, engrupida bien debute por la charla de un bacán. O como en Pan Comido, un tango de Ismael Gómez y Enrique Dizeo, donde el cuento requiere ser contado todo. Leamos:
Sos un caído de la cuna, un pobre diablo, un maleta.
En los hándicaps corridos siempre quedaste parao.
Te has perdido el vento al póker porque no tenés carpeta
y, sin embargo, en la vida nunca falta un buey corneta
que haga yirar la bolilla que sos un tigre mentao.
El hombre en pista liviana,
en barrosa y en pesada
si tiene sangre en las venas
jamás se debe achicar.
Y a vos te han visto hacer buches
amainando en la parada.
Tendrás muy buenos aprontes,
sos de mucha atropellada
pero, en finales reñidos,
sos mandria, sabés temblar.
Si no hay clase, ¿por qué causa la vivís dándote dique?
¿Al fin y al cabo, qué hazaña en tu cartilla cayó?
Seguí no más bellaqueando, creyéndote un buen dorique
que, si me apurás un poco, vas a quedar en el pique
pa' que chillen los muchachos que en todo primero yo.
Lo que uno sabe de viejo
a vos te falta, botija.
Sos potrillo de dos años,
recién darás mucho sport,
cuando andés como yo anduve
como bola sin manija.
Tenés que nacer de nuevo
para correrte una fija.
Aunque te juegues el resto
no llegás al marcador.
No servís pa' acompañarme ni siquiera en la partida.
No tenés chance ninguna... Pa' mí que sos roncador.
Nunca marcaste buen tiempo, es muy pobre tu corrida.
Cuando no se abre en el codo se me manca en la tendida.
Te falta más performance pa' salir de perdedor.
Mas también sucede lo contrario, ingresando sentimientos y palabras propios de la vida cotidiana al Hipódromo, para expresarle al ejemplar admiración y fidelidad, pues resulta este superior en afectos que el mismo hombre, como en el tango “El caballo del pueblo”, compuesto por Manuel Romero con música de Alberto Solfer, dedicado a Botafogo, cuya letra dice: “ Sólo creo ya en tu amor, mi parejero,. Mi noble pingo alazán tostao, vos tan sólo para mí fuiste sincero y mi cariño no has traicionao. Vos mes has hecho estremecer de de orgullo y de placer. ¿tus tardes de trinfaro! … pero hoy sólo busco en vos al compañero y al confidente de mi dolor. Si en el codo peligros del querer rodé tan fiero, el desquite con tu triunfo ha de tener mi decepción, pues no falla, parejero, tu mirada inteligente ni tu pinta de ligero ni la mancha de tu frente que es tu sello de campeón. Vos me has dado mis más caras emociones mi noble pingo alazán tostao, heredero de una raza de campeones ¡tostao! Muerto antes que derrotao. Es en vano pretender lealtad en la mujer tan falso es su corazón. Pero en vos puedo cifrar mis ilusiones pues sé que nunca me harás traición.” Polvorín, un tango de Manuel Romero y José Martínez, también ejemplifica la figura, con la diferencia de que el afecto por el caballo no sustituye el que se tiene por la amada.
Escuchemos a Pan Comido con la orquesta de Juan D´ Arienzo y la voz de Alberto Echagüe. Pista No 9 del disco No. 1
Conozco la selección de tangos y milongas que sobre el tema editó don Hernán Caro, bien lograda por cierto, en la que cada una de las obras irradian amor por los puros de carrera y por estas. Otras selecciones toman como burreros aquellos tangos, milongas o valses que despojadas de contenido hípico, hacen apenas alusión al tema utilizando expresiones propias del lenguaje burrero, tales como una modalidad de apuesta (uno y uno, tres y dos) o simplemente a la palabra “carrera”, como en el bello tango “tengo miedo”, versión conocida de Julio Sossa, o Como querés que te quiera, tango cantado por Edmundo Rivero, o Que calamidad, tango de Pascual Contursi y Bernardino Teres. Mas el culmen de estos y sobre el cual llamo la atención, es Apronte, milonga de Celedonio E. Flores y música de José Luis Anastasio, cuyo título dista de la acepción de contenido hípico que significa ejercicio para que el caballo adquiera o conserve estado físico, haciéndolo correr días antes de la competencia distancia similar o parecida a la de esta, tomándosele tiempo o relojeándosele. En la milonga que se destaca, apronte significa alarde, ostentación, aspaviento, de manera que como en el tango A la gran muñeca, de Francisco Canaro, no es el título el que le otorga parentesco burrero, si no otra expresión: la de Botafogo, tenido como el mejor caballo argentino de carreras, perdedor sólo de una entre las 23 que corrió, hasta que apareció Yatasto. Esta milonga, más que aludir al hipódromo, lo hace a la cárcel, pues la intención poco sana de su protagonista, un cafisho, permite que como proxeneta así se le prefigure o en el mejor de los casos, su aspiración no vaya más allá que la de ser un dorique. su texto dice:
Me parece que te veo
salir de la de tejidos,
con esos ojos bandidos
y ese incitante meneo,
con esa cara que creo
tuvo a más de uno chalado
y ese vestido rayado
que tus curvas ajustaba
y que donde iba dejaba
el tendal de encamotados.
Cuántas veces de mañana
te hice un sparo fulero
por ver tu cuerpo taquero
y tus ojos de sultana
y aunque me tengo por rana,
por corrido y de avería,
la vez que pasaba de día
sin poderte rejunar,
qué triste me iba a atorrar
a mi bulín, rica mía...
Hoy te tengo en mi cotorro
más mansa que gata fina,
más contenta y más ladina
que Pomerania cachorro,
te olvidaste del atorro
en el ruinoso convento
y tenés departamento
con muebles Luis quince y... medio
a la fiaca llamás tedio
y no decís “spamento”.
Porque un funghi te compré
en una “Maison” francesa,
un vestido color fresa
y otro blanco de “soirée”
creerás que soy un mishé
y que voy muerto en el “giogo”,
y no manyás que a este dogo
que estos aprontes te pega
le vas a dar más menega
que la que dio Botafogo.
Bien vale la pena traer ahora un corto listado de expresiones ya burreras ya lunfardas, con las que muchos tangos, valses o milongas burreras se nutren: pingo, tungo, petiso, matungo, marcador, colorada, verde, box, flete, cuidador, compositor, preparador, jockey, entrevero, seco, placé, se abrió, pecharon, picó medio travado, , lo encajonaron, no lo castigaron, rodó, cambió de mano, roncador, el aprendiz era un gil, lo encerraron, timba, papa, laucha, apronte, papusa, largó parado, hocicó, bombo, tongo, roncador, stud, chaquetilla, parejero, sangre pura, codo, alazán, tostao, programa, cátedra, datero, relojear, disco, atropellada, embrocante, La crítica, ahogaron con el freno, mañosió, palo y fija. Y precisamente con esta última expresión, que encierra ya abierta o secretamente la aspiración de éxito del burrero, terminemos la charla de esta tarde, traída en el hermoso tango “Cuando te hablen del domingo” música de Luis Justino Mejías y letra de Julián Ortiz, interpretado por la orquesta de Enrique Rodríguez y cantado por Armando Moreno, pues “--- las fijas no son fijas, solo son conversaciones,. Y al final informaciones que no se hacen ni se harán.”
Gracias.